Carta de un soldado desde su trinchera

A la atención de quien quiera escuchar, aunque es de suponer que lo hará cualquiera que no tenga un cargo de poder en la Administración Pública de esta región ni del gobierno en general, ni tampoco los que están del otro lado. 

Estamos viviendo un momento muy complicado en nuestro país y prácticamente en el resto del mundo, y a diario nos bombardean por todos los medios con un montón de noticias, no todas ciertas, de lo que nos está pasando. 

Bill Gates hace cinco años dijo en un acto público que lo peor que nos podía pasar era estar frente a una pandemia y no frente a una guerra. Y cuánta razón tenía, ya que resulta que la guerra que estamos viviendo nada tiene que ver con la que se imaginaban nuestros gobernadores. 

Es una guerra en la que las principales armas son balas, pero de oxígeno; bombas, pero de infusión medicamentosa; trincheras, pero hechas de ladrillo y paredes; chalecos, pero no antibalas, sino de plástico, para evitar la contaminación. Armas que en este caso no son suficientes ni para parar esta guerra ni mucho menos para ganarla, porque ésta es una guerra diferente, mucho más silenciosa, que requiere de algo que no tenemos… 

Un silencio roto únicamente por los llantos de los familiares de las víctimas que ven perecer de lejos, y por los aplausos de ánimo a los héroes en la sombra que día a día están al pie del cañón, peleando de frente, contra el enemigo, y también por la falta de aliento de esos héroes que pelean sin saber muy bien porque los altos mandos, en vez de proporcionarles unas protecciones correctas para hacerlo, lo que hacen es pisar las pocas fuerzas que les quedan, diciéndoles que si se infectan es porque no lo están haciendo bien. 

Las órdenes son claras: ve y lucha, y si no sobrevives, mala suerte. Éste es nuestro día a día en estos momentos, el de muchos soldados que, como yo, tenemos que salir de nuestras trincheras y enfrentarnos al enemigo con lo poco que tenemos en las manos, que no llega ni para mantenernos a salvo a nosotros mismos. 

Cada día nos levantamos de nuevo esperando que sea el último ya y que se levante de una vez una bandera de paz que no llega, y no llega a causa de muchos que no han sabido ver lo que se nos venía encima, o que no han querido verlo, porque entonces tendrían que reconocer que no estábamos en absoluto preparados para esto.

Y la culpa la tienen todos, los que están y los que se han ido, los que siguen y los que aspiran a estar, todos se han quedado mirando desde la barrera como la ola se iba acercando desde lejos barriendo todo a su paso, y en el momento en el que nos ha golpeado de lleno se han escondido debajo de una piedra mientras que a todos los demás nos está barriendo con una fuerza descomunal. 

Pero ahí estamos, luchando con hoces y palos, a falta de buenas armas para combatir en esta guerra, somos soldados que velamos por todos y que no llevamos uniforme de camuflaje aunque en algunos casos podríamos pasar por astronautas de bajo coste, esperando en muchos casos a que llegue lo peor si es que hay algo peor que lo que nos está tocando vivir.

Estamos hartos ya de no tener un plan de ataque claro, de no tener con qué combatir y de estar esperando en las trincheras hasta que el enemigo está ya encima, perdiendo las fuerzas a cada paso y dejando a demasiadas muertes por el camino que podrían haberse evitado.

Pero aún así saldremos con bien de ésta porque los soldados somos así, peleamos, recibimos golpes y nos levantamos de nuevo, aunque estaría bien si en esta guerra recibiéramos un poco más de ayuda por parte de los que tienen que darla y menos de culpas que no son nuestras. Ya que si tenemos bajas no será por meternos en la boca del lobo sino por aquellos que nos mandan meternos sin la debida protección. 

Protección, orden y determinación es lo que necesitamos de nuestros mandatarios, no plásticos, confusión y titubeos por parte de unos y de otros. Sólo así podremos ganar esta guerra, todos unidos, todos a una y haciendo todos lo correcto. Todos.

Atentamente, un soldado desde su trinchera. 

“Imagen del Banc d’Imatges Infermeres. Autoría: Ariadna Creus y Àngel García”

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